lunes, 4 de abril de 2016

Crítica aparecida en el Diario de Córdoba de "El cerco de numancia"

            Sirva de entrada que El cerco de Numancia , escrito por Miguel de Cervantes, está considerada como la mejor tragedia del Siglo de Oro español y narra el asedio de esta ciudad celtibérica por el ejército romano allá por el siglo II a. C. Pero esto es historia y literatura.
Florián Recio ha transformado el texto cervantino, que hoy puede aparecer denso, grandilocuente e incluso un tanto tedioso, en un contenido dramático, tenso y emocionante, que mantiene en todo momento la tensión de la tragedia. Un magnífico coro nos insiste en que el lenguaje que maneja el director es universal y trasciende épocas: "No es una historia antigua, es una historia eterna" y por ello Numancia deja de ser un problema de celtíberos y romanos para convertirse en un debate entre la obediencia y el poder, la esclavitud y la humillación frente a la libertad y la resistencia.
           La puesta en escena es magnífica y se echa en falta el espacio del teatro romano de Mérida donde se estrenó. Aún así se transmite la esencia espectacular, con juegos de luces, humo, efectos visuales que definen el espacio interior de la ciudad y el de las murallas que la rodean. Un círculo manchado de sangre flanqueado por lanzas o empalizadas clavadas en el suelo que marcan el lugar del que los numantinos no podrán salir ya que están atrapados, y allí consultan al oráculo y hablan, sujetos los personajes por la opresión física de bandas elásticas color rojo sangre; hablan de insumisión, del amor desgraciado entre Lira y Marandro, de pasión, y de muerte, que incluye la de su hijo recién nacido.
            Un gran trabajo actoral que transmite al público no solo el texto si no que se centra en las sensaciones, en lo visual; lo que importa es el sentimiento que subyace en lo más profundo de cada uno de los personajes: en Escipión, en los soldados romanos (el ya viejo, el recluta, o Cayo, el brazo derecho de Escipión) en Marandro, en Lira, en el líder de los numantinos. Todos y cada uno de ellos aportan una visión global, distinta y única a la vez que conducirá a la catarsis final.
           La conclusión con que podemos terminar estas palabras es que Numancia no es un problema de ayer, es un problema eterno. El coro nos lo ha recordado a lo largo de la obra: hoy día también existen tiranos y pueblos oprimidos.

Juan Antonio Díaz
Diario de Córdoba
04/04/2016