domingo, 20 de junio de 2010
Vaya otra de crítica
Sigo poniendo a disposición de todos las críticas que atañen a todos los montajes donde tengo implicación. En este caso es sobre la obra "Jazz Club Polonia", también realizada por Luigi Giuliani en el Diario Hoy, que bajo el título de "La morfina es sueño", dice así:
"La escena se sitúa en un night club. Detrás de la barra, el camarero Clarín habla con el factotum del local, Clotaldo, y suministra morfina a un yonqui, Segismundo, que vive en el sótano del garito. El dueño del club, Basilio, es un homosexual obsesionado por su pasión por Astolfo, el cabaretista que se exhibe por las noche como 'chanteuse' con el nombre de Estrella. Rosaura, hija de Clotaldo y enamorada de Astolfo, trabaja como cerillera. Es esta la situación inicial de 'Jazz Club Polonia', la última pieza de Fulgen Valares, que, más que una versión de 'La vida es sueño', es lo que en otras épocas se hubiera llamado una refundición de la obra de Calderón. De hecho, en 'Jazz Club Polonia' la reescritura va más allá de una adaptación extrema del texto (para entendernos: en la línea de lo que en España hace Calixto Bieito con las tragedias de Shakespeare) y construye ex novo la mayoría de las escenas. En ellas, varios pasajes calderonianos (sobre todo los monólogos) se engastan en los versos -en general bien hilados- del texto de Valares.
La idea de la ambientación en el bar, aunque no demasiado 'nueva' (hace dos años vimos algo parecido en el Festival con 'El burlador' de Tirso de Dan Jemmett), resulta atractiva. Pero lo es aun más el desarrollo de la trama, que, más allá del juego intertextual, conduce a un desenlace que altera nuestras ideas recibidas de 'La vida es sueño': en el juego de pasiones y contrastes, todos los personajes terminan matando a Clarín, el testigo de sus mezquindades, mientras que Segismundo, tras su experiencia en el mundo real, fuera del sótano y al mando del local, prefiere volver al sueño consolador de la morfina.
Pieza interesante, pues, la de Valares, pero que tal vez debería limarse y reconsiderarse en determinados aspectos. En particular, se tiene la impresión (como sucede con otras obras del este joven dramaturgo extremeño) de estar ante una escritura demasiado centrada en la verbalidad, en la fuerza de un lenguaje que funciona muy bien en la página, pero que entorpece algo la lectura escénica. Es una peca que el director Jesús Manchón no contribuye a remediar con su uso irregular de la iluminación, un movimiento escénico demasiado reducido, un ritmo general lento en exceso (la obra se hace larga hacia el final) y una dirección de actor 'de cajón' que desaprovecha las tablas de Juan Carlos Castillejos (Clotaldo), de Mauro Rivera (Basilio), del convincente Juan Carlos Tirado (Clarín) y del poliédrico Fernando Ramos (al que el día anterior habíamos admirado en el papel del Marqués en 'La posadera'). Sin duda, tras el estreno cacereño, habrá tiempo para retomar el texto y la dirección y trabar mejor un espectáculo de buenas potencialidades que puede dar bastante más de sí."