miércoles, 10 de mayo de 2017

Crítica de "El cerco de Numancia" aparecida en "El viento del cine"



El Festival de Mérida en Madrid, ha traido hasta el Teatro Bellas Artes la producción estrenada en 2015 de El cerco de Numancia, de Miguel de Cervantes en versión de Florián Recio.
Desde el punto de vista escénico, no resulta sencillo adaptar a un escenario de teatro convencional una producción prevista para el Teatro romano de Mérida. Como nos explicó la semana pasada Fernando Ramos, productor y actor de El cerco de Numancia, lleva ya girando dos años, ha tenido una gira muy intensa en teatros convencionales y en otros teatros romanos. Es una obra que viene muy rodada, con mucha energía y quien lo viera en el teatro romano verá que aunque pierde evidentemente la espectacularidad que puede tener en el espacio del teatro romano, gana en cercanía, en intensidad, porque las escenas son íntimas y muy cercanas al espectador.
Se trata de una tragedia, y como tal el argumento debe desvelarse al inicio de la obra. Veinte años resistió con heroismo el pueblo celtíbero de Numancia el asedio de las tropas romanas, luchando contra la humillación, la injusticia y el atropello, de una forma que avergonzaba al pueblo romano. Cervantes quiso reflejar el mito en que se había convertido Numancia, y en este caso, la versión en prosa de Florián Recio dirigida por Paco Carrillo, trata de descubrirnos las nuevas “numancias”, más cercanas y conocidas, haciendo de la historia de Numancia una historia eterna.
El texto trata de ser fiel al de Cervantes, incorporando recursos para mantener en tensión al espectador desde el comienzo de la obra. En algunas ocasiones se hace algo duro, insistente, denso,… difícil de seguir en detalle. Es el precio que hay que pagar cuando de se trata de una tragedia renacentista.
La escenografía, creada por Damián Galán para Mérida, ha sido adaptada con detalle y perfección para las salas convencionales. No renuncia ni a los efectos sonoros ni a los recursos multimedia y efectos lumínicos que llenavan el coso emeritense. El vestuario diseñado por Maite Álvarez potencia la presencia de los intérpretes en la escena, romanos, numantinos y el coro que nos acerca la historia a momentos actuales. Hay que destacar a los atuendos de la sacerdotisa, inspirados en elementos ornamentales de la arqueología ibérica, interpretada con fuerza y carácter por Paca Velardiez. Sorprende que sea la misma Elektra de Los Pelópidas de hace unos días. Mágica esta actriz.
Nueve actores en escena, en algunos momentos de manera simultánea. Se queda pequeña la boca de escena del Bellas Artes… Una interpretación equilibrada y coral, encabezada por Fernando Ramos el general romano Escipión, que trata de llevar a Numancia a la rendición y la humillación, lo interpreta con cuidado y precisión.
Ana García y Manuel Menárguez son los dos enamorados numantinos Lira y Marandro, que personalizan el dolor del pueblo. Dos actores que combinan muy bien, destacando en los momentos más dramáticos de la obra. Ana se luce precisamente ahí desligándose de su vena cómica vista en otros montajes. Juan Carlos Tirado un legionario veterano que da lecciones al joven legionario novato Jose Francisco Ramos, que con su excelente interpretación fue merecedor del premio Ceres a la juventud en 2015.
Completan el cartel Pedro Montero, David Gutiérrez, y Jesús Manchón. Lo dicho, una interpretación coral, que concede a cada intérprete algún momento destacado de lucimiento.
El cerco de Numancia seguirá todo el año de gira por España, destacando la representación prevista en el yacimiento arqueológico de Numancia en Soria el próximo 15 de julio, en el lugar donde hace 2150 años los numantinos prefirieron incediar su ciudad para evitar que cayera en manos de los romanos.
Lo mejor: La escenografía con los efectos audiovisuales. La actuación coral de todo el reparto, sobre todo de Paca Velardiez y Manuel Menárguez.
Lo peor: Algunos momentos en que el texto se hace confuso.
Calificación: 8/10