El Festival de Mérida en Madrid,
ha traido hasta el Teatro Bellas Artes la producción estrenada en 2015 de El
cerco de Numancia, de Miguel de Cervantes en versión de Florián Recio.
Desde el punto de vista escénico,
no resulta sencillo adaptar a un escenario de teatro convencional una
producción prevista para el Teatro romano de Mérida. Como nos explicó la semana
pasada Fernando Ramos, productor y actor de El cerco de Numancia, lleva ya
girando dos años, ha tenido una gira muy intensa en teatros convencionales y en
otros teatros romanos. Es una obra que viene muy rodada, con mucha energía y
quien lo viera en el teatro romano verá que aunque pierde evidentemente la
espectacularidad que puede tener en el espacio del teatro romano, gana en
cercanía, en intensidad, porque las escenas son íntimas y muy cercanas al
espectador.
Se trata de una tragedia, y como
tal el argumento debe desvelarse al inicio de la obra. Veinte años resistió con
heroismo el pueblo celtíbero de Numancia el asedio de las tropas romanas,
luchando contra la humillación, la injusticia y el atropello, de una forma que
avergonzaba al pueblo romano. Cervantes quiso reflejar el mito en que se había
convertido Numancia, y en este caso, la versión en prosa de Florián Recio
dirigida por Paco Carrillo, trata de descubrirnos las nuevas “numancias”, más
cercanas y conocidas, haciendo de la historia de Numancia una historia eterna.
El texto trata de ser fiel al de
Cervantes, incorporando recursos para mantener en tensión al espectador desde
el comienzo de la obra. En algunas ocasiones se hace algo duro, insistente,
denso,… difícil de seguir en detalle. Es el precio que hay que pagar cuando de se
trata de una tragedia renacentista.
La escenografía, creada por
Damián Galán para Mérida, ha sido adaptada con detalle y perfección para las
salas convencionales. No renuncia ni a los efectos sonoros ni a los recursos
multimedia y efectos lumínicos que llenavan el coso emeritense. El vestuario
diseñado por Maite Álvarez potencia la presencia de los intérpretes en la
escena, romanos, numantinos y el coro que nos acerca la historia a momentos
actuales. Hay que destacar a los atuendos de la sacerdotisa, inspirados en
elementos ornamentales de la arqueología ibérica, interpretada con fuerza y
carácter por Paca Velardiez. Sorprende que sea la misma Elektra de Los
Pelópidas de hace unos días. Mágica esta actriz.
Nueve actores en escena, en
algunos momentos de manera simultánea. Se queda pequeña la boca de escena del
Bellas Artes… Una interpretación equilibrada y coral, encabezada por Fernando
Ramos el general romano Escipión, que trata de llevar a Numancia a la rendición
y la humillación, lo interpreta con cuidado y precisión.
Ana García y Manuel Menárguez son
los dos enamorados numantinos Lira y Marandro, que personalizan el dolor del
pueblo. Dos actores que combinan muy bien, destacando en los momentos más
dramáticos de la obra. Ana se luce precisamente ahí desligándose de su vena
cómica vista en otros montajes. Juan Carlos Tirado un legionario veterano que
da lecciones al joven legionario novato Jose Francisco Ramos, que con su
excelente interpretación fue merecedor del premio Ceres a la juventud en 2015.
Completan el cartel Pedro
Montero, David Gutiérrez, y Jesús Manchón. Lo dicho, una interpretación coral,
que concede a cada intérprete algún momento destacado de lucimiento.
El cerco de Numancia seguirá todo
el año de gira por España, destacando la representación prevista en el
yacimiento arqueológico de Numancia en Soria el próximo 15 de julio, en el
lugar donde hace 2150 años los numantinos prefirieron incediar su ciudad para
evitar que cayera en manos de los romanos.
Lo mejor: La escenografía con los
efectos audiovisuales. La actuación coral de todo el reparto, sobre todo de
Paca Velardiez y Manuel Menárguez.
Lo peor: Algunos momentos en que
el texto se hace confuso.
Calificación: 8/10