Numancia para nosotros es, hoy,
más analogía que mito.
Esas son las palabras del
director de este montaje, Paco Carrillo, con las que quiere dejar claro que la
historia de Numancia no es un caso aislado y ni mucho menos mitología. Numancia
sigue existiendo cada vez que enciendes la tele. Numancia está viva cada vez
que te metes en tu muro de Facebook y ves el último ataque a civiles en Siria.
Por desgracia, por muchos siglos que hayan pasado, todavía siguen alzándose
"cercos de Numancia".
El cerco de Numancia está basada
en una obra cervantina que adapta Florián Recio. El argumento gira en torno a
la resistencia de la ciudad celtibérica de Numancia, la cual se niega a ser
invadida por el vasto Imperio Romano. El general romano Escipión, harto de
fracasar en intentos, decide asediar la ciudad con un cerco hasta conseguir la
rendición. Sin embargo, con lo que no cuenta el general es con que el pueblo
numantino no se doblegará fácilmente.
La historia de Numancia bien
podría ser un divertido episodio de esa aldea de irreductibles galos en la que
Astérix y Obélix plantaban cara al Imperio Romano. Sin embargo, los numantinos
no disponían de poción mágica y un druida; lo único que tenían era la dignidad
y la valentía. Sin embargo, esos valores son insuficientes cuando ves que tu
pueblo va cayendo lentamente y que el enemigos se saldará con la victoria tarde
o temprano.
Desde el comienzo de la obra, se
deja claro que no se trata de una historia del pasado, sino de algo que sigue
pasando día tras día frente a nosotros. De hecho, no nos importa nada conocer
el final de la tragedia porque lo sabemos desde el minuto, pero lo interesante
es ver cómo un pueblo es capaz de resistir una tormenta romana con tal de no
sublevarse ante un Imperio que amenaza con arrebatarles su identidad.
Paco Carrillo ha sido capaz de
darle un gran ritmo a la obra y maneja el ritmo in crescendo a la perfección.
Aunque sin duda, lo mejor de El cerco de Numancia son sus personajes con tantos
matices. Obviamente, nosotros como espectadores vamos a estar con los
numantinos, pero como todo buen texto, este no es maniqueísta y no se opta por
representar como villanos a todos los romanos. Esto se consigue a través de la
humanización de uno de los militares, el cual no entiendo por qué se tiene que
derramar tanta sangre inocente y de un general que consigue, aunque tarde, ser
consciente de su maquiavélico plan para conseguir la rendición.
Si ya Paco Carrillo había dejado
claro al principio que El cerco de Numancia era una analogía, volverá a
insistir cuando en mitad de una obra ambientada en el siglo II a.C, aparezcan
imágenes con rostros muy conocidos entre los que se pudo ver a Putin, Merkel y
al mismísimo presidente actual de nuestro gobierno.
Como todo relato épico, hay una
historia de amor que nos pone los pelos de punta porque desde la primera vez
que la pareja se encuentra, sabemos que el destino de esta no va a ser fácil.
Los actores Manuel Menárquez y Ana García estuvieron espléndidos en la piel de
Malandro y Lira y consiguieron meternos de lleno a todo el público que vivía el
sufrimiento junto a ellos.
Decir que unos actores destacaron
más que otros sería injusto, ya que es la obra más equilibrada a nivel actoral
que he visto del Festival de Mérida. De hecho, al salir de la obra todo el
público repetía que era increíble el buen trabajo actoral de todo el equipo.
Aunque es cierto, que detrás del gran trabajo de actores y dirección, también
se encuentra un espléndido texto que cuida la caracterización de cada uno de
los personajes.
Me pareció muy buena y resolutiva
la forma de simbolizar el cerco a través de una tela que
"aprisionaba" a los numantinos. No hacía falta más que eso para
mostrar las cadenas de unos ciudadanos avocados a una extinción inmediata.
El cerco de Numancia es una de
esas obras en las que desgraciadamente, nunca se baja el telón porque sabes que
no hay un final esperanzador. Hoy en vez de llamarse Numancia, se llama Siria,
Chechenia o Libia. Distintos nombre, mismo sufrimiento. Lo "bueno" (y
muy cruel) es que el texto que Cervantes escribiera en 1585 seguirá teniendo
vigencia por los siglos de los siglos.